miércoles, 11 de noviembre de 2009

Futuro

De incertidumbre alimento el insomnio,
temo a los caminos que se abren frente a mí,
en la niebla del futuro pierdo su rastro
y de poco me sirve el mausoleo de los recuerdos,
no alumbra ni aconseja la intuición de los fantasmas.
En la noche sin luna, al pie de la niebla,
las certezas huyen y sólo queda el espejo:
ventana que esconde al juez, al torturador de mentes,
enemigo que mejor me conoce, amigo más voluble,
tormentoso y persuasivo confesor.
¿Y si el espejo de verdad es transparente
y no oculta verdades ni mapas infalibles?
Escondido en la bruma puede estar el abismo,
agazapados, esperando, el león o la hiena,
tal vez el guijarro que me robe el equilibrio.
Poca sabiduría me da el espejo, tan difuso como yo:
duda, cuestiona, teme y sólo tiene por certeza
que golpearse con la roca es preferible a convertirse en ella.

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